“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”
Juan 9:1 y 2

En la época de Jesús cuando un hombre nacía ciego se creía que era por un castigo de Dios debido a un pecado en particular, los discípulos querían saber si este hombre ciego de nacimiento pecó para nacer así o fueron sus padres. Algunos fariseos afirmaban que un niño podía pecar en el vientre de su madre, ¿pecó este hombre cuando estaba en el vientre de su madre o pecaron sus padres de alguna forma? Lo que me llama mucho la atención es que tanto la vida de este hombre ciego como la vida de sus padres tuvo que ser muy dura, el sentimiento de culpa tuvo que ser insoportable, la gente miraría a esta familia como una familia pecadora, una familia impía, algunos echarían la culpa a los padres, otros al propio ciego. Los discípulos y supongo que muchos más, tendrían la curiosidad de saber quién fue el culpable, Jesús NO mostró curiosidad, Jesús mostró compasión.

“Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.”
Juan 9:3-5

Aunque Jesús contesta diciendo algo que iba en contra de la teología de los fariseos al afirmar que la ceguera no era por un pecado del ciego ni de los padres, debemos entender que en dicha teología se decía que para que un ciego de nacimiento fuese sanado, Dios debía intervenir de una forma sobrenatural ya que Dios era el causante. Cuando Jesús sanó a este ciego, estaría demostrando que Dios estaba con ÉL, que lo que hacía era la obra de Dios.

“Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Vé a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.”
Juan 9:6 y 7

Jesús escupe en la tierra y hace lodo, Jesús NO guardó las enseñanzas de los fariseos, no guardó las tradiciones de los ancianos, según la Ley de Moisés, en Shabat NO se podía hacer ningún tipo de trabajo y los fariseos consideraban que mezclar saliva y tierra era una forma de trabajo, si hubiese escupido en una piedra, no habría pasado nada, pero al escupir en la tierra y hacer lodo, Jesús estaba quebrantando las enseñanzas de los fariseos y estas enseñanzas, según ellos, eran parte de la Ley que Dios entregó a Israel (la Ley Oral). Por tanto, para los fariseos, si alguien quebrantaba sus enseñanzas, estaba quebrantando la propia Ley de Moisés.

“Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Vé al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.”
Juan 9:8-13

Los que habían visto a este ciego y sus vecinos sabían lo que enseñaban los rabinos: un ciego de nacimiento solamente podía ser sanado por el mismo Dios. Según las enseñanzas de los fariseos, un ciego de nacimiento solamente sería sanado cuando su pecado fuese perdonado y solamente el Mesías podía tratar con el pecado de los hombres y con sus consecuencias.

Cuando llevaron al ciego a los fariseos, sus conocidos y vecinos estaban diciéndoles: “Mirad, alguien sanó a este ciego de nacimiento y vosotros nos habéis dicho y enseñado que sólo el Mesías puede abrir los ojos de los que han nacido ciegos”. La respuesta que se esperaba de los fariseos NO llegó porque no quisieron reconocer que Jesús era el Mesías.

“Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos. Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta. Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.”
Juan 9:14-22

Los fariseos no reconocieron que Jesús era el Mesías porque según ellos, Jesús había quebrantado el Shabat. Algunos no creían que el hombre había nacido ciego. Los fariseos negaron lo que habían estado enseñando (que solamente el Mesías podría sanar a un ciego de nacimiento) y también negaron el propio milagro.

Cuando le preguntan al ciego, la respuesta que dio fue correcta, pero no fue una respuesta completa, el que había sido ciego dijo que Jesús era profeta, todavía no se atrevió a decir que era el Mesías abiertamente, incluso los padres tenían miedo cuando contestaron a los fariseos porque reconocer que Jesús había sanado a su hijo, sería reconocer que Jesús era el Mesías prometido.

“Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.”
Juan 9:24-34

La expresión que usan los fariseos cuando dicen “da gloria a Dios” quiere decir “decir la verdad”, “dar gloria a Dios” es un hebraísmo, los fariseos NO estaban diciendo: “qué bueno has sido sanado, da gloria a Dios”, los fariseos lo que estaban diciendo era: “di la verdad, nosotros sabemos que ese hombre es pecador”, la respuesta del que había sido ciego es sorprendente: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”, con estas palabras el hombre les está diciendo: ahora ya no creo vuestras palabras, ahora ya no creo lo que decís, ahora creo lo que yo he experimentado: el amor y la misericordia de Dios, “habiendo sido ciego, ahora veo”, habiendo sido rechazado, ahora he sido aceptado, habiendo sido pecador, ahora he sido perdonado. Aunque los fariseos intentaron convencer al hombre que Jesús era un pecador por quebrantar la Ley, el que había sido ciego mantuvo su testimonio y afirmó que Jesús venía de Dios y que era el Mesías porque solo el Mesías podía abrir los ojos a uno que había nacido ciego.

“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.”
Juan 9:31-33

Estos fariseos se quedaron con sus leyes, con sus mandamientos, con su teología y con sus pecados, no quisieron creer, no quisieron ser discípulos de Jesús y lamentablemente, rechazaron al Mesías de Israel y al Salvador del Mundo . . .

“. . . nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea . . . Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.”
Juan 9:34

Aunque el que había nacido ciego fue rechazado y expulsado por los hombres religiosos, fue amado y aceptado por Su Dios. La luz del mundo – Jesús - trajo la luz a su corazón y a su vida.

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