Creo que es importante diferenciar dos cosas: nuestra identidad y nuestra conducta. Cuando hablamos de lo que somos, hablamos de nuestra identidad; cuando hablamos de lo que hacemos, hablamos de nuestra conducta. Un hijo NO deja de ser hijo cuando hace algo que no debe; un hijo NO deja de ser hijo cuando se tropieza; un hijo NO deja de ser hijo cuando cae. Por tanto, nosotros somos hijos amados a pesar de nuestros defectos y caídas. Lo mismo sucede con el hecho de que ahora somos santos, el pecado NO me roba lo que soy, es decir, yo sigo siendo santo incluso cuando peco porque ser santo es mi identidad. Nuestra conducta NO afecta lo que somos, PERO lo que somos, más tarde o más temprano, afectará lo que hacemos, es decir, nuestra identidad afectará nuestra conducta. Por eso, un pecador que hace una buena obra no deja de ser pecador y un santo que comete un pecado, no deja de ser santo.
“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, YA HABÉIS SIDO SANTIFICADOS, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”
I Corintios 6:11
“Por esta voluntad HEMOS SIDO SANTIFICADOS mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una vez para siempre.”
Hebreos 10:10
El énfasis de Pablo es nuestra identidad que afectará nuestra conducta, es decir, entendiendo lo que somos en Cristo afectará lo que hablamos, lo que pensamos, lo que creemos, lo que hacemos y lo que vivimos. NO somos tinieblas, somos luz; NO somos pecadores, somos santos; NO somos siervos, somos hijos y ahora debemos caminar en esta realidad, en la realidad de lo que somos en Cristo, en la realidad del Nuevo Pacto.
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas AHORA sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”
Efesios 5:8
Artículos Relacionados