Cuando Dios se hizo hombre y caminó entre nosotros, él experimentó el dolor y el sufrimiento; experimentó la tristeza y la soledad, se sintió traicionado, abandonado, menospreciado, rechazado, también fue afligido, azotado, escupido y clavado en una cruz . . . la vida no es fácil y tampoco lo fue para nuestro amado Jesús, por eso, cuando sentimos que hemos sido rechazados, cuando hemos sido heridos, cuando nos han traicionado, cuando nos han dejado solos . . . nuestro Dios nos entiende perfectamente y sabe cómo nos sentimos porque él también experimentó lo mismo.
“La gente lo despreció y hasta sus amigos lo abandonaron; era un hombre lleno de dolores y conocedor del sufrimiento.”
Isaías 53:5
Cuando experimentemos la soledad, el abandono, el rechazo, el dolor, el sufrimiento . . . en nuestro Dios siempre hallaremos un lugar de refugio, un lugar donde poder derramar nuestras lágrimas y nuestro corazón, un lugar donde nos sentiremos comprendidos y consolados, un lugar donde podremos entender que, a pesar de todos los pesares, merece la pena estar en este mundo por haber tenido el privilegio de conocer a nuestro Dios . . . un Dios de amor, un Dios de misericordia, un Dios que nos entiende.