Nuestro Dios es real, Él es el Dios Vivo, el Creador de los Cielos y la Tierra, el Todopoderoso, el Altísimo, no hay nadie como nuestro Dios, pero lo más impresionante de nuestro Dios es que se hiciese hombre y viniese a la tierra a morir por todo el mundo, el Dios de la Gloria y el Dios de Poder se humilló, entregó su vida por nosotros y derramó su preciosa sangre hasta la muerte.

“no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hacién-dose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
Filipenses 2:6-8

Ahora podemos tener una relación personal con el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Primero y el Último, el que estuvo muerto y he aquí, que vive por los siglos de los siglos. Tener una relación con el Dios Vivo es una vida emocionante, es una vida llena de sorpresas, es una vida intensa, es una vida sobrenatural porque Él nos habla, Él nos enseña, Él nos transforma, Él nos muestra su camino, Él nos cuida, Él nos protege, Él nos defiende, Él nos consuela, Él nos sana y cuando lloramos, Él seca nuestra lágrimas y cuando caemos, Él nos levanta . . .

Nadie nos ha amado, ni nos amará como nuestro Dios nos amó; nadie ha hecho, ni hará por nosotros lo que nuestro Dios hizo; nadie nos ha dado, ni nos dará TODO lo que nuestro Dios nos ha dado . . . ¡Qué bendición es ser HIJAS E HIJOS DEL DIOS VIVIENTE!

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