Una mujer que durante 12 años había padecido de flujo de sangre, considerada inmunda por la Ley de Moisés (Lv. 15:25-27), se acerca a Jesús confiando que al tocar el manto de Jesús, quedaría sanada de su enfermedad. Esta mujer, al ser inmunda, NO podía tocar a nadie y nadie podía tocarla porque si alguien la tocaba, quedaría inmundo, PERO a pesar de todo, se acerca a Jesús con fe y confianza, creyendo en el amor, la misericordia, la gracia y la bondad que Jesús siempre mostraba a todo el mundo.
Cuando tocó el borde del manto de Jesús, esta mujer fue sanada de su enfermedad, Jesús se detuvo para ver quién le había tocado y cuando esta mujer se acerca para comentarle lo que le había sucedido, se acerca a Jesús con temor porque había quebrantado la Ley y había hecho algo prohibido, sin embargo, Jesús le dice algo que NO le había dicho a ninguna mujer hasta ese momento:
“HIJA, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote.”
Marcos 5:34
La mujer se quedaría sorprendida por muchos motivos: Jesús NO la rechazó, Jesús NO la reprendió, Jesús NO la condenó . . . PERO NO SOLAMENTE ESO, Jesús la llamó: “HIJA”. ¡Una sola palabra de Jesús y cómo puede cambiar nuestra vidas! . . . “HIJA”, ya NO eres inmunda, ya NO eres una marginada, ya NO eres una enferma, ya NO eres una pobre desgraciada, ahora eres MI HIJA . . . ¡Cuánto rechazo habría sufrido esta mujer, cuánta soledad, cuánto dolor! PERO Jesús la llamó HIJA, ahora todo es diferente, Jesús me ha recibido, me ha mirado, me ha abrazado y me ha amado . . . ya no importa lo que digan de mí, Jesús me ha llamado HIJA y por su amor he sido sanada de mi enfermedad y de las heridas que había en mi corazón . . . SOY SU HIJA.